2015
Antón Costas: El fatalismo de la desigualdad inevitable
La desigualdad económica es posiblemente el fenómeno más perturbador al que se enfrentan en este inicio del siglo XXI los sistemas políticos democráticos de nuestros países, así como también el propio sistema de economía de mercado, el capitalismo.
La razón es que la desigualdad es un poderoso disolvente del pegamento que una sociedad pluralista y una economía de mercado necesitan para poder funcionar de forma eficaz. La materia de ese pegamento invisible es la confianza social. Esa confianza es la que facilita la cooperación tanto en el seno de la sociedad como en el de las empresas. En la medida en que disminuye la confianza, la desigualdad impide la cooperación y la existencia de un proyecto de futuro compartido.
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Sin embargo, la desigualdad no está en la agenda política de los Gobiernos. Este es un hecho sorprendente y hasta intrigante.
¿Cómo explicar este desinterés del sistema político tradicional por la desigualdad?
Existen dos posibles explicaciones, no excluyentes entre sí.
La primera es que, conscientes o no, las políticas de los Gobiernos están respondiendo más a las preferencias de los muy ricos que a las del resto de la sociedad. A medida que la desigualdad ha ido aumentando a lo largo de las tres últimas décadas, la capacidad de influencia política de los muy ricos ha ido aumentando. Un ejemplo paradigmático es la agenda fiscal mínima que, desde EE UU, se ha ido imponiendo en todos los países desarrollados.
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La segunda explicación es que los Gobiernos han aceptado sin más la idea de que la desigualdad es una consecuencia inevitable del juego de las fuerzas del mercado frente a la que no se puede luchar. Esta creencia está muy extendida, especialmente entre los economistas y las élites
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Este fatalismo de la desigualdad inevitable no tiene fundamento. Los Gobiernos pueden influir en las pautas que siguen el progreso técnico y la globalización. Esas fuerzas ya operaron en el pasado y, con la ayuda de políticas e instituciones sociales y regulatorias adecuadas, fueron fuentes de progreso social y de aumento de oportunidades para todos.
Antón Costas es catedrático de Economía en la Universidad de Barcelona.
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