2012
Michele Boldrin: Primero, los deberes nacionales
Cuando, hace más de 20 años, empezó la aventura del euro, algunos pocos economistas discrepamos con aquella decisión. Argumentos económicos, antiguos y sencillos, mostraban que una política monetaria común requiere, antes de todo, una efectiva integración de las economías reales y unas políticas fiscales coordinadas. Debieron ponerse en pie antes y no después de la política monetaria común. La decisión de introducir el euro nos pareció, entonces, una huida hacia adelante debida a motivaciones exclusivamente políticas: diversas élites europeas veían la unificación alemana como un amenaza potencial, que, para ser neutralizada, necesitaba el sacrificio del todopoderoso Deutsche Mark en el altar de la unidad europea. Estas mismas élites deseaban que la estabilidad financiera alemana contagiara los demás países reduciendo el riesgo de inflación, y de devaluaciones, y, en consecuencia, los costes de financiación en los mercados internacionales. Mientras la primera motivación era central para Francia, la segunda importaba más a España y, especialmente, a Italia que, con una deuda pública que rozaba el 120% del PIB, ya afrontaba graves problemas para financiarla. Además, la adopción del euro preveía, a través de los fondos de cohesión, sustanciales transferencias de recursos desde los países del Norte de Europa a los del Sur e Irlanda.
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Lo que importa es recordar que el euro fue una huida hacia adelante de una clase política incapaz de resolver directamente los problemas estructurales de varios países miembros de la UE. Nadie quería adoptar, en su propio país, las reformas necesarias para llegar a una verdadera integración económica y fiscal. El euro pareció la poción mágica capaz, a costes políticos nulos, de aliviar los problemas internos unificando económicamente a Europa.
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Los primeros años, como cabía esperar, fueron de bonanza y la alegría no facilita reformas (…) La crisis financiera no ha hecho más que registrar lo ocurrido: los problemas actuales de los países mediterráneos son exactamente los mismos que cuando empezó el proceso de adopción de la moneda común. Y son ellos, no los banqueros grises y malos, la causa verdadera y profunda de nuestras dificultades financieras. La moraleja es muy sencilla: los cambios económicos estructurales no se pueden obviar ni con huidas políticas hacia delante, ni con drogas monetarias.
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…acuerdos como los de este fin de semana —especialmente en su parte bancaria, que importa directamente a España pero tiene validez general— son extremadamente importantes y no pueden ser ni infravalorados ni desperdiciados. Junto a otros, insistimos desde hace años en que las cajas son el problema más dramático y urgente para España y que la única solución correcta es nacionalizar las que estén en quiebra, sustituir a sus dirigentes actuales, recapitalizarlas y, después de haberlas limpiado de sus activos malos, privatizarlas con el fin de aumentar la competencia en el sector financiero nacional, muy inferior a lo deseable. Pero —es igualmente importante recordarlo—, una vez resuelto el problema de los bancos, las debilidades estructurales que no se han resuelto en una década, deben de ser abordadas.
Los pasos dados en Bruselas pueden resolver la crisis europea, a la vez que ofrecen la clave analítica para entender las reticencias alemanas a la concesión de ayudas a España e Italia y la causa de las tensiones políticas intra-europeas de los últimos meses.
Michele Boldrin es profesor de la Washington University in Saint Louis e Investigador de Fedea.
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